El pasado mes de junio, un avión militar C295 transportó a un hospital de Bogotá a los cuatro niños que habían pasado cuarenta días perdidos en la selva colombiana. Los pilotos que volaron en esta misión cuentan la historia.

 

“Milagro.”

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Las Fuerzas Militares de Colombia habían acordado el código que debían utilizar si encontraban a los cuatro niños perdidos en la selva: "milagro". El 9 de junio de 2023, ese código sonó cuatro veces en sus radios. Habían encontrado a los hermanos.

La operación ‘Esperanza’ había conseguido lo que pocos creían ya. Deshidratados y cubiertos de picaduras de mosquito pero en un estado médico “aceptable”, los cuatro niños habían sobrevivido -milagrosamente- 40 días perdidos en medio de la selva. Semanas antes, la avioneta Cessna 206 en la que viajaban se había estrellado entre los departamentos de Caquetá y Guaviare, en el sur del país. Los niños fueron los únicos supervivientes[1] ; trágicamente, los tres adultos a bordo de la avioneta perecieron, incluidos el piloto y la madre de los niños.

Un equipo de búsqueda, integrado por unos 200 miembros de las Fuerzas Militares de Colombia y personas de comunidades indígenas locales, encontraron a los cuatro menores: Lesly (13 años) y sus hermanos Solecni (9), Tien Noriel (4) y el bebé Cristin Neruram, que cumplió un año durante el tiempo en la selva.

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La sabiduría ancestral de Lesly: una heroína de 13 años que mantuvo con vida a sus hermanos


"Fue una combinación entre sabiduría ancestral y sabiduría occidental, o entre una técnica militar y una técnica tradicional. Esa combinación hace que viva la esperanza, la alegría", dijo a periodistas el coordinador nacional de la Guardia Indígena de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), Luis Acosta.


En una selva donde llueve casi a diario, Lesly cuidó de sus hermanos y los mantuvo con vida por la experiencia que había adquirido en Araracuara, el pueblo en el corazón de la selva amazónica donde vivía la familia. Allí aprendió a distinguir los hongos comestibles y a protegerse de animales peligrosos como las culebras o jaguares, a reconocer los caminos transitables y saber guiarse por los rayos del sol que se filtran entre los árboles.

"Tenemos que reconocer no sólo su valor, sino su liderazgo porque podríamos decir que fue por ella que los tres hermanitos pudieron sobrevivir a su lado, con sus cuidados, con su conocimiento también de la selva", destacó el ministro de Defensa de Colombia, Iván Velásquez.

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All mission photos courtesy of the Colombian armed forces

 

How the aeromedical transfer, using the C295, unfolded

Al no poder aterrizar en tierra debido a la densa selva, los militares colombianos utilizaron un helicóptero Angel UH-60 para evacuar a los niños desde una altura de 60 metros en el aire, utilizando arneses y una polea. Una vez se conoció su hallazgo, la Fuerza Aeroespacial Colombiana (FCA) activó de inmediato un C295 en configuración Medevac (Medical Evacuation). Los pilotos Carlos Baena y Edgar Rodríguez, fueron seleccionados para volar esta misión.

“Estábamos en una formación cuando recibimos la llamada. El corazón me latía muy deprisa cuando nos dijeron que [los niños] estaban vivos y que teníamos que traerlos de vuelta a Bogotá. Pensé que no me iban a seleccionar, fue muy emocionante", recuerda Edgar. "Al principio fue chocante. Estaba nervioso, pero pronto sentí el deber y el orgullo; todo el país estaba unido esperando la noticia de que los niños habían sido encontrados. En cierto modo, representan nuestro patrimonio y la diversidad de las culturas indígenas que componen nuestro país", añade su colega Carlos.

En tan sólo hora y media modificaron cuidadosamente la aeronave, un C295 que acababa de terminar una misión de transporte, adaptándola como ambulancia aérea para el traslado de pacientes. Teniendo en cuenta el cuadro clínico de los hermanos, se adaptaron para la misión monitores de signos vitales para el seguimiento continuo de los parámetros de frecuencia cardiaca, respiración, saturación porcentual y tensión arterial. Adicionalmente se contó con bombas de infusión para administrar medicamentos y líquidos, y un desfibrilador en caso de necesidad. Al mismo tiempo, se reunió a una tripulación de especialistas para el vuelo: dos médicos, un pediatra, un neonatólogo, dos enfermeras, un paramédico y una ingeniera biomédica.

"Esta rápida configuración demuestra la versatilidad del C295", explica Edgar. "Es un avión muy fiable y fácil de volar que desempeña un papel importante para nuestra fuerza aérea. Nos permite llegar a lugares realmente remotos donde nadie más puede ayudar, y funciona muy eficazmente en pistas de aterrizaje estrechas y no preparadas."

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La Fuerza Aeroespacial Colombiana cuentan con una flota de seis aviones de transporte táctico C295, que se utilizan para gran variedad de misiones, desde el transporte de tropas y carga y el entrenamiento de paracaidistas hasta la entrega aérea, Medevac y misiones de ayuda de emergencia, como el apoyo en la lucha contra incendios en la Patagonia a principios de este año.

 

Un aterrizaje nocturno en una pista sin asfaltar

El C295 despegó de Bogotá y voló hasta el aeropuerto Jorge Enrique González Torres de San José del Guaviare. El aterrizaje nocturno tuvo que realizarse en un aeropuerto sin torre y sin iluminación. "Llegamos unos 40 minutos antes de la salida de la luna e hicimos un reconocimiento para identificar algunos puntos de referencia para el aterrizaje, ya que junto a la pista había un río cuya luminosidad podría haber confundido el uso de visores nocturnos (Night Vision Googles)", explica Edgar. "Fue difícil porque normalmente aprovechamos la luz de la luna, pero esta vez apenas era visible. Utilizando las NVG y disparando dos bengalas para proporcionar luz artificial adicional, pudimos identificar la pista y aterrizar con seguridad en el segundo intento", añade Carlos.

Poco después del aterrizaje del C295, el helicóptero Angel UH-60 aterrizó en la pista con los menores, que fueron trasladados en camillas al C295. "Cuando los vi con vida sentí una profunda sensación de plenitud y satisfacción", recuerda Carlos. “Fue un momento que nunca olvidaré. Para un piloto militar, estas misiones tienen un significado especial, ves el impacto positivo que tenemos en la sociedad", dice Edgar.

Una vez que los niños estuvieron a salvo a bordo, el equipo médico colombiano garantizó su estabilidad durante el vuelo. El C295 regresó al Comando Aéreo de Transporte Militar de la FAC en Bogotá, donde cuatro ambulancias esperaban para trasladar a los hermanos al Hospital Militar Central. Tras unas semanas en el hospital, los niños fueron dados de alta.

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Anteriormente instructor de vuelo en T-37B, el capitán Carlos Baena (izquierda) lleva 12 años en la Fuerza Aérea Colombiana, muchos de ellos pilotando el C295. Ahora se prepara para convertirse en Mayor de la FAC. El Capitán Édgar Rodríguez ingresó a la Fuerza Aérea en 2004, impulsado por su vocación de servir y ayudar a los demás. Ha volado cerca de 3.800 horas, 650 de las cuales en el C295.

 

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All mission photos courtesy of Colombian Aerospace Force 

 

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All mission photos courtesy of Colombian Aerospace Force